¿Qué hacer, ante, una enfermedad incurable, en el mundo?
Pues, dos cosas, de forma simultánea:
Rezarle a Dios, para que, por medio, de su poder salvador, vuelva, a esa persona, invisible, en el cosmos, y al mismo tiempo, cobijar, a esa persona enferma, de forma permanente, dentro de un diamante, muy regular, y duro, sepultado en el suelo, y rellenado, de una agua, muy salada, en su interior.
Javier Rubio Ortín
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