El único objetivo, de cualquier persona, que habita, en el mundo…
Es el sufrir, de parte, de ese mundo, una cierta cantidad exacta de mal, (X), que s. Pablo, denominaba, como, los sufrimientos redentores, de Jesucristo, es decir, no (X – 1), ni (X + 1), cuya magnitud precisa, solo conoce Dios, que es, diferente, para cada persona, diferente, y que le servirá, a esa persona, para, poder olvidarse, de lo que es el mal, para siempre, o por toda la eternidad, de una manera justa, o según, la justicia de Dios.
Y cada día, que pasa, esa cantidad de mal (X), se vuelve, más, y más, pequeña, hasta desaparecer, por completo, porque, el mundo, de una forma imparable, no para, ni parará nunca, de hacer sufrir, a esa persona, de forma continuada.
Javier Rubio Ortín
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