El parecido a Dios, de mi pirámide.
Es directamente proporcional, a su dureza, y también, a su belleza (o regularidad).
Si el parecido a Dios, de mi pirámide, es superior, al parecido, al diablo, de una persona, cobijada, siempre, dentro de ella, esa persona, cobijada, siempre, dentro de mi pirámide, se cura, todas sus enfermedades, y tiende a volverse, inmortal.
Si el parecido a Dios, de mi pirámide, es superior, al parecido al diablo, de un cadáver, ese cadáver, en lugar de agusanarse, se transmuta, en un mineral, dentro de mi pirámide.
Si el parecido a Dios, de mi pirámide, es superior, al parecido al diablo, de una fruta, cobijada siempre, dentro de ella, esa fruta, cobijada siempre, dentro de mi pirámide, no se pudre jamás.
Javier Rubio Ortín
Be First to Comment