Jesucristo, pone, un punto final, definitivo, a su vida, sufrida.
Tras sufrir, su pasión, hasta, el consumado es.
Jesucristo, viaja, por tanto, al cielo, completamente vivo, desde la misma cruz, su cuerpo físico, desaparece, de su sepultura, sin dejar rastro, poco después, y Jesucristo, no vuelve a conocer, jamás, lo que es el sufrimiento, o mal, por toda la eternidad.
Y de esta manera, Jesucristo, deja establecido, para el mundo, el sufrimiento máximo, que, debe de sufrir, cualquier persona, para, poder liberarse, del mal, de una manera justa, o según, la justicia, de Dios.
Javier Rubio Ortín
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