La alegría, de ser inmortales.
Como, Dios-Padre.
Es decir, la alegría, de que, Jesucristo, o la compasión de Dios, no nos fallarán, al final, y por tanto, el poder, de ese Jesucristo, volverá invisibles, a nuestras personas, en el cosmos, en lugar de convertir, a nuestras personas, en unos cadáveres agusanados, en ese mismo cosmos.
Javier Rubio Ortín
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