Enseñar a vivir, o enseñar a morir.
La verdadera palabra, de Dios, enseña, a todas las personas, a no morir, jamás.
Pero, en cambio, toda la bazofia, que proviene, del mundo, enseña, a todas las personas, a morir, de una forma totalmente inevitable.
De manera, que si la fuerza, de la palabra de Dios, es mayor, que la fuerza del mundo, en una persona, esa persona, se salva, volviéndose, eterna, o inmortal, como un diamante, invisible a los ojos humanos.
Pero, si la fuerza, de la palabra de Dios, es menor, que la fuerza del mundo, en una persona, y si Dios, no tiene misericordia, de esa persona, esa persona, muere, pero, al cabo, de un cierto tiempo, esa persona muerta, es resucitada por Dios (Su cadáver, se vuelve invisible), porque, finalmente, en el interior tenebroso, del planeta tierra, no puede quedar, ningún resto, de presencia humana.
Javier Rubio Ortín
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