Amar, o aborrecer, el mal…
La persona, que, aborrece, el mal, muy pronto, se olvidará, completamente, de lo que es, ese mal, por medio, del poder purificador, de Dios.
En cambio, la persona, que, ama, el mal, pues quedará, sometida, a ese mal, indefinidamente, hasta que, esa persona, opte, por fin, por aborrecerlo.
Javier Rubio Ortín
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