Dios, se compadece, especialmente…
De sus pobres cosmonautas, tan perdidos, o tan extraviados, en el mal, del interior tenebroso, del planeta tierra, que, no se les ocurre, a esas personas, ni por lo más remoto, que, en realidad, son, o puedan ser, unos cosmonautas de Dios (Hijos e Hijas), viajeros, libres, eternos, por todo el cosmos, con su única casa permanente, en la inmortalidad de Dios-Padre.
Dios, se compadece, de esas, pobres personas, y por tanto, Dios, las libra de la muerte cadavérica, a esas pobres personas, volviéndolas, unos diamantes, invisibles, a los ojos humanos, mientras duermen.
Javier Rubio Ortín
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