El buen consejero, y el mal consejero.
La persona, buena consejera, aconseja, a todas las demás personas, el volverse, plenamente felices, mientras duermen, apaciblemente, y por tanto, sus cuerpos físicos, se convierten, en unos diamantes, invisibles en el mundo.
Y la persona, mala consejera, aconseja, a todas las demás personas, el despertarse, más, y más, a la vigilia, hasta convertirse, los cuerpos físicos, de esas personas, en unos cadáveres, comidos, por los gusanos.
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