El único premio, al que aspiro.
¿Cuál es?
Pues, el ser plenamente feliz, mientras duermo, un día, muy cercano, y después, despertarme, de ese sueño racional, dentro de una nave de Dios, con mi cuerpo físico, totalmente rejuvenecido, a los veinte años, y por tanto, el olvidarme, enteramente, y para siempre, de que, puede existir, potencialmente, una vida humana, vivida, en el interior tenebroso, del planeta tierra.
Javier Rubio Ortín
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