Olvidar, o recordar, la existencia, del mal.
La persona, que, se quiera olvidar, de la existencia, del mal, para siempre, será amada, por Dios, y esa persona, tras concluir, su redención, se olvidará, de la existencia, del mal, para siempre, gracias, a la ayuda, del poder purificador, de Dios.
En cambio, la persona, que, no se quiera, olvidar, de la existencia, del mal, pues continuará, sometida, a un mal redentor, hasta que, esa persona, en el futuro, cambie, de opinión, y opte, por tanto, por olvidarse, del mal, para siempre.
Javier Rubio Ortín
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