Personas, que, ni se envejecen, ni se rejuvenecen…
Es decir, unas personas, cuyos grados, de felicidad, permanecen, constantes, sin disminuir, y sin incrementarse.
Le pido, a mi Dios, que, mi persona, ni se envejezca, ni se rejuvenezca, pues, su felicidad, permanezca siempre, constante, hasta, el momento, de su desaparición, del universo, que contiene, al planeta tierra.
Javier Rubio Ortín
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