Todo, lo que sabía, Jesucristo.
Era, también, todo, lo que sabía, Salomón.
Y era, toda la ciencia, que poseíamos, absolutamente, todas las personas, antes de invadir, esas personas, los interiores tenebrosos, de los planetas del cosmos, que las hicieron, sufrir.
Y es, toda la ciencia, que poseeremos, absolutamente, todas las personas, tras olvidarnos, para siempre, de los interiores tenebrosos, de los planetas del cosmos, que, nos han hecho, sufrir.
Javier Rubio Ortín
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