Un profeta, del Dios, de la Biblia.

Un profeta, del Dios, de la Biblia.

Debe de ser, siempre, un hombre, lo más parecido, posible, a un cosmonauta de Dios, 100 % puro, viajero, libre, por el cielo, y por los universos, del cosmos.

Javier Rubio Ortín

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