El amor, al mundo, y el amor, a Dios.
El amor, al mundo, es, el amor, a una vida humana, mortal.
En cambio, el amor a Dios, es el amor, a una vida, viajera, libre, por los universos, del cosmos, que tiene, su única casa, en la inmortalidad, de Dios.
Y por tanto, mientras, los tesoros, del mundo, conducen a una muerte segura, los tesoros, de Dios, en cambio, conducen, a la inmortalidad, por medio, del evangelio.
Javier Rubio Ortín
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