El gran premio, final, del cristiano.
Lo consigue, cuando, ese cristiano, concluye, su redención sufrida, del mal, en el mundo.
Y consiste, en su salvación, conquista, de la vida eterna (o vida inmortal), o no convertirse, jamás, en un cadáver, por medio, de sus desapariciones, y apariciones, sucesivas, e ilimitadas, en el cosmos.
Javier Rubio Ortín
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