La justicia de Dios.
Consiste, en una cierta cantidad finita, de mal, que, Dios, le manda, a una persona, cualquiera, para poderla liberar, del mal, a esa persona, para siempre, o por toda la eternidad, de una manera solidaria-ecuánime, respecto, de los sufrimientos, inevitables, de todas las demás personas, sometidas al mal, y habitantes del mundo.
Y por tanto, el único capacitado, realmente, para ajusticiar, a una persona, cualquiera, es el mismo, Dios.
Porque, si una persona, trata de ajusticiar, a su prójimo, suplantando, a Dios, seguro, que, bien se pasa, de mal, o bien, se queda corto, de mal.
Además, cada persona, en particular, seguro que tiene, planificado, con Dios, de antemano, en el reino de los cielos, antes de nacer, que sufrimientos, quiere padecer, y que otros sufrimientos, no quiere padecer, de ningún modo, para terminar, de redimirse, y esos sufrimientos, particulares, ninguna persona, los puede adivinar, en el mundo, de ningún modo.
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