El amor a la sabiduría.

El amor a la sabiduría.

 

 

 

Es decir, el amor, a la felicidad humana, oscilando, entre su máxima expresión, y su expresión, mínima.

Es decir, el amor, al pensamiento humano, más, o menos, feliz, y cuyo grado, de felicidad, oscile, entre su máxima expresión, y su mínima expresión.

Es decir, el amor, a un pensamiento humano, siempre uno, totalmente imaginario, respecto, de la materia-espacio, contemplado, potencialmente, desde los puntos de vista, de muchos ángulos, diferentes.

Es decir, el amor, al conocimiento humano, de absolutamente, todas las cosas.

Es decir, el amor, a todas las ideas, del pensamiento humano, sin olvidarnos, de ninguna de ellas.

La persona, que ama, a esta sabiduría, es realmente, un filósofo.

Y en cambio, la persona, que no ama, a esta sabiduría, pues, no es un filósofo, sino, que esa persona, esa una persona, ignorante.

La persona, que ama, a esta sabiduría, es un teólogo.

Y en cambio, la persona, que no ama, a esta sabiduría, pues, no es un teólogo, sino, que es una persona, ignorante.

La persona, que ama, a esta sabiduría, es un científico.

Y en cambio, la persona, que no ama, a esta sabiduría, pues no es un científico, sino, que, esa persona, es una persona ignorante.

La persona, que ama, a esta sabiduría, ama, en realidad, a la nada, contemplada, desde muchos puntos de vista, (o  ángulos, diferentes).

Y la persona, que no ama, a esta sabiduría, ama, en su lugar, a infinitos misterios, totalmente indescifrables, para la inteligencia humana, que llama, espacio, y materia.

La persona, que ama, a esta sabiduría, lo sabe todo, y en cambio, la persona, que no ama, a esta sabiduría, ignorará, a todas las cosas, por los siglos, de los siglos.

 

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